Octubre en el Campo

Por María Soledad Tirado. //

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Una cabaña para escapar de la ciudad los fines de semana, rodeada de jardines, gallinas y los infaltables perros, es lo que sueñan muchas familias que viven en la ciudad. Un lugar relajado, con mucho espacio y ambientes que requieran poco cuidado y mantención, es lo ideal para lograr desconectarse de las preocupaciones, el stress, el ruido de la ciudad y volver con las pilas recargadas.

Esta pequeña cabaña situada cerca de Melipilla , fue revestida con tablas rústicas de Pino Oregón, traídas desde la zona de Villarica. Se pusieron superpuestas, de manera que el canto con la corteza quedara a la vista, lo que le dio un aire rural, sencillo y encantador.

En este proyecto, se usaron materiales de bajo costo y terminaciones sin pretensiones, ya que se trata de un lugar destinado a ser usado sólo algunos fines de semana, sin preocupaciones extra. Pero esto no impidió que se le diera el estilo que se buscaba : El de ¨pequeña casa en la pradera¨. La puerta principal – absolutamente standard – se pintó de verde oscuro, color de los abundantes boldos que rodean la casa, y que combina muy bien con la madera. Se accede a ella por un pequeño porche con una banca al estilo de las casas de campo antiguas. En todo el exterior se utilizó un impregnante de madera con un tono nogal, que la protege del sol y la humedad, y que no requiere mantenimiento durante varios años, ya que no se descascara como los barnices. Al interior se usó cerámica en el piso, lo que requiere muy poca mantención y madera en los muros, para darle calidez al espacio. Todo el mobiliario fue reciclado de muebles en desuso y pintados por la dueña de casa. Frente a la cabaña, se encuentra un jardín rodeado de piedras, con plantas resistentes a la falta de agua, sombreado por los árboles nativos y un lindo jacarandá que al florecer azul acompaña a las lavandas.

Las lavandas, colas de zorro y dimorfotecas le dan color y soltura al jardín

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